Tradicionalmente la
“comedia” se define por tres criterios que la oponen a la tragedia, personajes de condición modesta, desenlace feliz, y la finalidad de provocar las risas del espectador. Si la comparativa se realiza en oposición o acercamiento a lo que llamamos
"humor”, vemos que este solo tendría que cumplir la última condición, hacer reír, aunque no seria necesario por ello que llegara a convertirse en carcajada. Puesto que el humor nace en la agudeza, en esa manera de afrontar y comentar las situaciones con cierto distanciamiento ingenioso, burlón y aunque solo en apariencia, ligero. El humor se nutre del personaje y se origina en lo más hondo y primate de la situación anecdótica. La comedia es el punto de partida de un género y aunque su carcajada puede ser casual, se le supone también que es su constante generica. Llegados a este punto la claridad de comedia como género palpable y acotado, es plausible. No tanto el humor en su sentido abstracto, ese humor que yo entiendo y asocio a la víscera y
"fluido" interno del personaje o dramaturgia.
En este punto casi existencial del humor como esencia, y para exponer con claridad donde “creo”, intentar llegar, repasamos:
Existió en la “Inglaterra Isabelina”, un tipo de comedia sin equivalente en el teatro español, que se llamaba, “comedy of humours”, que seguía la teoría de los humores, basada en los cuatro humores que regulan la conducta humana, creaba personajes tipo que están determinados psicológicamente, y actúando en función de un humor como estado. Bajo mi punto de vista, el humor es algo innato que nace visceralmente, que no se doblega ante nada pues es capaz de derrumbar cualquier situación por trágica que sea.
La teoría de los cuatro humores o humorismo, fue una teoría acerca del cuerpo humano adoptada por los filósofos y físicos de las civilizaciones griega y romana. Desde Hipócrates, la teoría humoral fue el punto de vista más común del funcionamiento del cuerpo humano entre los físicos (hoy llamados médicos), europeos hasta la llegada de la medicina moderna a mediados del siglo XIX.
En esencia, esta teoría mantiene que el cuerpo humano está lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas humores (líquidos), cuyo equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas las enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de alguno de estos cuatro humores. Estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre. Tanto griegos y romanos como el resto de posteriores sociedades de Europa occidental que adoptaron y adaptaron la filosofía médica clásica, consideraban cada uno de los cuatro humores aumentaba o disminuía en función de la dieta y la actividad de cada individuo. Cuando un paciente sufría de superávit o desequilibrio de líquidos, entonces su personalidad y su salud se veían afectadas.
Teofrasto y otros elaboraron una relación entre los humores y el carácter de las personas. Así, aquellos individuos con mucha sangre eran seres sociables, aquellos con mucha flema eran calmados, aquellos con mucha bilis eran coléricos, y otros con mucha bilis negra eran melancólicos. La idea de la personalidad humana basada en humores fue una base para las comedias de Menandro y, más tarde, las de Plauto.
Concluyendo y de nuevo con carácter personal; considero que el humor nace en lo más profundo y vírico del ser humano, y permanece por encima de tendencias y géneros. El humor es el muro circunstancial donde lo demás se deshace reverencialmente, ante el abuso claro de su poder dinamizante. El humor es capaz de destrozar las teorías más firmes, y llenar de sentido la ínfima circunstancia. El humor no tiene más dueño que el que lo disfruta, bien seas su víctima, ponente, o el público deseoso de otra jugada maestra. El humor es la víscera básica sobre la que circula el sentido de nuestra vida cambiante. Y sin duda hoy por hoy en el mundo que nos toca, debemos reconocer el humor como la mejor arma de combate cuerpo a cuerpo, en el
Agon del espacio escénico.
Ríanse de todo y ante todo, es la mejor cura…