“El teatro comienza en una caverna donde se enciende un fuego. Un narrador se levanta y comienza una danza, cuenta una historia. Detrás de él, sobre los muros de la caverna, su sombra se proyecta, su doble. Un narrador nunca está solo.” Platón.
¿Quién pondría en escena hoy un proyecto declamado y exagerado en su interpretación?, a no ser que respondiera a una propuesta o efecto concreto, creo que muy poca gente ¿Quién pondría en escena hoy un proyecto anodino o excesivamente naturalista? seguramente algunos más, pero siempre respondiendo a un estilo o proyecto concreto. Llevamos un gran camino recorrido de teatro, y la interpretación nace en la mimesis, en el origen, en el primer texto declamado. Estamos en ese punto que recurrimos a cualquier tipo de interpretación, debido al conocimiento arrastrado de estos siglos de teatro, (unos 25). Y todos tenemos un conocimiento heredado que nos aporta una sabiduría de bases. Se podrá hacer bien o mal pero lo comprendemos y lo sentimos casi dentro de nuestro genoma humano.
Sin embargo ¿quien pondría hoy en escena una puesta en escena exagerada en general o en particular en su aportación tecnológica?, pues seguramente muchos y seguramente sin querer, y para cuando se hubieran dado cuenta, sería demasiado tarde. ¿Quien pondría en escena un espectáculo con una clara ausencia tecnológica, o tecnología mal usada por falta de criterio y medida?, seguramente la otra mitad. Nuestra situación temporal para con la tecnología es prehistórica, estamos realmente en los albores del ser humano tecnológico. Y las medidas nacen en el entendimiento de las formas básicas, de las unidades básicas de entendimiento tecnológico. En la sombra, el oscuro, la luz, el silencio y el ruido. Es más importante el conocimiento y control del oscuro y la sombra que el montaje de cuatro universos de DMX. Es más importante entender el silencio y el ruido, que una mezcla en 5.1. Es por eso que insisto nos falta entender los puntos de partida, las bases, y conceptualizar, para así organizarse ante cada nueva propuesta.
La medida nace en autocontrol y el autocontrol en el conocimiento, y el conocimiento como ya sabemos en la prueba. Cada director sumergido en el universo multimedia debe encontrar su medida. La medida nace en uno mismo pero muere en el momento que es colocada en escena, por lo tanto no se puede colocar un efecto que interrumpa o distraiga un soliloquio clave, ni una proyección de un gobo lumínico, aunque en una primera impresión digamos “¡qué bonito!”. La belleza es una ciencia de asociación de ideas, los efectos no caminan por si solos, son partes de un todo.
Debemos conocer las formas lumínicas y sonoras clave, las bases. Esta es lo única información que nos puede llevar a encontrar los determinados criterios que aportan la belleza formal suficiente, para que el entorno multimedia no se convierta en un carrusel de efectos que ni siquiera se acerque al feísmo ni por un casual, y aun menos como corriente artística. Debemos saber que la principal cualidad de la sombra es su ambigüedad visible, ya que se trata de esa oscuridad que solo funciona ante la luz. Que el silencio no es fácil de definir puesto que es la ausencia de ruido, o en realidad incluso no existe. Que los matices es donde camina el preciosismo. Que la belleza es tarjeta de presentación, pero en solitario y como tal, caduca a corto plazo.
Reinventemos la escena y personaje y la medida como un ejercicio de dialogo, entre actor y tecnología, un “to be or not to be”, una pregunta sin respuesta a la espera de acciones concretas que sitúen las técnicas actorales, a la altura tecnológica que nuestro tiempo nos pide, tanto buscar el personaje bien sea en una silla o en tu memoria para después soltarlo en un espacio vacío que hoy por hoy, no alimenta más que un personaje desnudo, desnudo de posibilidades de un entorno tecnológico que puede hacer avanzar al personaje más allá de lo visible. Ya toca que el actor sea consciente de la tecnología que le rodea y la actué como “parte de”.
Las medidas nacen en uno mismo y en la conciencia real de que los caminos para encontrarla, nacen en el trabajo duro desde el primer día con todo el equipo y en el local de ensayo.
¿Quién pondría en escena hoy un proyecto declamado y exagerado en su interpretación?, a no ser que respondiera a una propuesta o efecto concreto, creo que muy poca gente ¿Quién pondría en escena hoy un proyecto anodino o excesivamente naturalista? seguramente algunos más, pero siempre respondiendo a un estilo o proyecto concreto. Llevamos un gran camino recorrido de teatro, y la interpretación nace en la mimesis, en el origen, en el primer texto declamado. Estamos en ese punto que recurrimos a cualquier tipo de interpretación, debido al conocimiento arrastrado de estos siglos de teatro, (unos 25). Y todos tenemos un conocimiento heredado que nos aporta una sabiduría de bases. Se podrá hacer bien o mal pero lo comprendemos y lo sentimos casi dentro de nuestro genoma humano.
Sin embargo ¿quien pondría hoy en escena una puesta en escena exagerada en general o en particular en su aportación tecnológica?, pues seguramente muchos y seguramente sin querer, y para cuando se hubieran dado cuenta, sería demasiado tarde. ¿Quien pondría en escena un espectáculo con una clara ausencia tecnológica, o tecnología mal usada por falta de criterio y medida?, seguramente la otra mitad. Nuestra situación temporal para con la tecnología es prehistórica, estamos realmente en los albores del ser humano tecnológico. Y las medidas nacen en el entendimiento de las formas básicas, de las unidades básicas de entendimiento tecnológico. En la sombra, el oscuro, la luz, el silencio y el ruido. Es más importante el conocimiento y control del oscuro y la sombra que el montaje de cuatro universos de DMX. Es más importante entender el silencio y el ruido, que una mezcla en 5.1. Es por eso que insisto nos falta entender los puntos de partida, las bases, y conceptualizar, para así organizarse ante cada nueva propuesta.
La medida nace en autocontrol y el autocontrol en el conocimiento, y el conocimiento como ya sabemos en la prueba. Cada director sumergido en el universo multimedia debe encontrar su medida. La medida nace en uno mismo pero muere en el momento que es colocada en escena, por lo tanto no se puede colocar un efecto que interrumpa o distraiga un soliloquio clave, ni una proyección de un gobo lumínico, aunque en una primera impresión digamos “¡qué bonito!”. La belleza es una ciencia de asociación de ideas, los efectos no caminan por si solos, son partes de un todo.
Debemos conocer las formas lumínicas y sonoras clave, las bases. Esta es lo única información que nos puede llevar a encontrar los determinados criterios que aportan la belleza formal suficiente, para que el entorno multimedia no se convierta en un carrusel de efectos que ni siquiera se acerque al feísmo ni por un casual, y aun menos como corriente artística. Debemos saber que la principal cualidad de la sombra es su ambigüedad visible, ya que se trata de esa oscuridad que solo funciona ante la luz. Que el silencio no es fácil de definir puesto que es la ausencia de ruido, o en realidad incluso no existe. Que los matices es donde camina el preciosismo. Que la belleza es tarjeta de presentación, pero en solitario y como tal, caduca a corto plazo.
Reinventemos la escena y personaje y la medida como un ejercicio de dialogo, entre actor y tecnología, un “to be or not to be”, una pregunta sin respuesta a la espera de acciones concretas que sitúen las técnicas actorales, a la altura tecnológica que nuestro tiempo nos pide, tanto buscar el personaje bien sea en una silla o en tu memoria para después soltarlo en un espacio vacío que hoy por hoy, no alimenta más que un personaje desnudo, desnudo de posibilidades de un entorno tecnológico que puede hacer avanzar al personaje más allá de lo visible. Ya toca que el actor sea consciente de la tecnología que le rodea y la actué como “parte de”.
Las medidas nacen en uno mismo y en la conciencia real de que los caminos para encontrarla, nacen en el trabajo duro desde el primer día con todo el equipo y en el local de ensayo.
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