El término vanguardia describe y lleva implícito la acción de un artista, o un movimiento artístico en forma de grupo, que experimenta formas y temas con anticipación respecto a la producción normal. Entre las distinciones, formas, incluso contradicciones de la vanguardia está la de una doble exigencia. Por una parte persigue un arte puro, por otra se alienta continuamente la intención de un arte social comprometido. De este dualismo deriva el segundo, la vanguardia se convierte en algo globalizador, en una ideología, en una manera de ver y afrontar la vida.
Los artistas de este siglo XXI intentan comunicar el mundo que les rodea, intentan comunicar lo incomunicable. Incomunicable por el volumen barroquísta de información, histórica y de última hora, a la que se ven sometidos en todo momento. E incomunicable por la sensibilidad interpretativa que les separa de la mayoría del público no receptivo. (Hoy sabemos que la historia coloca a cada tendencia en su sitio, razón más que suficiente para seguir luchando, pues si no te aplauden hoy, quizás te reconozcan mañana).
Este batiburrillo de tendencias iconoplastas de la belleza, tiene su nacimiento a finales del siglo XX. Según afirma Humberto Eco, en este último decenio se da una enorme pluralidad de modelos de belleza, "un supermercado de la belleza, donde cada uno escoge lo que prefiere, lejos del elitismo. Pero lo peligroso es que siempre hay un modelo nuevo, la última moda. Así, nos instalamos en una esquizofrenia porque lo que estaba de moda ayer no lo está hoy y, más que una democracia de la belleza, nos encontramos con un régimen represivo".
Como entender el momento de incertidumbre en el que vivimos, para entender los modelos de belleza artística a día de hoy nos debemos remontar, y recuperar las vanguardias de principios del siglo XX:
Remontémonos a un momento crucial, a 1907, el cubismo aun contenido de las Demoiselles D´Avignon de Pablo Picasso. Momento en el que en forma de cuadro el artista se ve capaz de disparar un torpedo en la línea de flotación, de toda convención de belleza artística vivida hasta ese momento. Si bien es verdad que hay elementos ya manejados por Cezanne y por Matisse en los que se preveía venir este momento, (ya que la abstracción se intuía en los paisajes velados y coloristas de muchos impresionistas). Pero en el caso de Picasso estamos ante un cuadro 100% figurativo, en el que el concepto de belleza queda directamente en entredicho. Quizás en las propias caras de las prostitutas se ve una evolución plástica de algo que sería ya imposible de detener. La vuelta a los orígenes del arte. Caras en las que se incluyen dos figuras femeninas con rostros claramente inspirados en máscaras negras. Comienza a tomar forma física, el ideal de belleza de la provocación.
¿Dónde nace el afán de provocar? El afán de provocar debe ir implícito en toda creación artística, pero en gran medida siempre a estado controlado por las visiones monolíticas de sus sociedades contemporáneas, especialmente de los que gobiernan desde cualquiera de sus poderes. Para encontrar un arte libre anterior debemos remontarnos incluso a la Venus de Willendorf, (esas formas no eran miméticas si no una interpretación provocada por la realidad subjetiva del artista, como icono de la fecundidad), o a las pinturas rupestres en su síntesis grafica. Comprobamos desde esa visión primitiva que realmente, el verdadero artista siempre ha intentado provocar. Provocar atracción, rechazo, empatía o sorpresa, cualquier razón es válida para seguir provocando. Cualquiera razón menos la imitación marcada por los estatutos de belleza inventados por los dueños de los miedos; esos que manejan cada uno de los poderes establecidos. Ahí, no hay provocación si no imitación, la vanguardia nos devuelve a la libertad ficcional que nos pertenece por naturaleza. El ser humano “es”; por su capacidad de soñar.
La belleza ideal, pero objetiva de los clásicos, en tanto su existencia depende de la esencia misma de lo bello, se contrapone con la noción de belleza subjetiva de las vanguardias en tanto que ésta es relativa a la apreciación del observador. Entonces, con el transcurso del tiempo, el discurso filosófico comienza a abandonar la discusión sobre las reglas que permiten construir qué es lo bello, y se desplaza hacia los efectos que la apreciación de la belleza produce.
Provocar la atracción nace en una visión personal de la realidad. Si analizamos estos artistas de las cuevas, podemos atisbar que su finalidad no era la imitación de la realidad, aunque si su punto de partida; su finalidad era la interpretación, su dominio. El arte negro-africano nos devuelve a la vida el sentido básico perdido por el raciocinio de los que llamamos influyentes, por gobernantes.
Los órdenes de belleza reinantes que después se instauraron, ej. (filósofos y artistas griegos), no eran más que una manera de controlar las formas, y manipular políticamente el libre albedrio que debe llevar implícito toda nueva propuesta. Y seguramente la “Poética” de Aristóteles, (socio-políticamente hablando; y con todo mi respeto y admiración) no dista demasiado de la primera ley anti-botellón; enemiga de la fiesta y la música por marcar un orden de prioridades y categorias que distan mucho del verdadero teatro.
Miguel Ángel y otros tantos renacentistas recuperan esas formas, y las intentan acompañar de una visión interior que choca con la mentalidad de muchos Papas de la época, el artista quiere escapar de la manipulación, quiere y no puede.
¿Por qué vuelve a ser bella entonces una escultura negra a los ojos de éstos artistas del siglo XX? Digamos que por su primitivismo, por el aliento básico reprimido y controlado de nuestra cultura europea de manipulación. Una manipulación antes artística y a día de hoy mediática, (como veremos más adelante).
Entonces tienen que llegar esas vanguardias aun contenidas nacidas del romanticismo a finales del siglo XIX. Justo cuando el dominio de la técnica era tal, que el saber plasmar la realidad miméticamente gozaba de tal dominio, que su aporte artístico se convertiría en mundano; al alcance de cualquiera que supiera simplemente imitar la realidad a partir de una técnica. Escapando del naturalismo dimos paso al verdadero posicionamiento del artista como creador e intérprete de su realidad. Ni los neoclásicos, ni los discípulos aristotélicos con su cárcel de la “logos”, podrían evitar lo inevitable. La puesta en escena de estas vanguardias que a mi entender, tienen muchos más paralelismos con esa etapa (entre comillas “oscura”), que ocupa la edad media. Coinciden entonces todos los ingredientes para que las vanguardias tengan su hueco. Hueco que cobra más sentido a ciertos años vista. Ya que las Vanguardias como espacio de agitación y transformación, fueron guía y propuesta ante el decaimiento de los racionalismos absolutistas occidentales. La vuelta al sentido verdadero del arte.
Apollinaire nos llego a proponer, en 1913, a un bloqueo y rechazo sobre todo en el tríptico platónico “Belleza, Bondad, Verdad”, sepultando la noción de realidad tridimensional. Y resolverlo abriéndose a la modernidad del caos que nos envuelve en forma de vorágine atrapante y nos sumerge en la cuarta dimensión; es decir, al espacio mismo, en la dimensión del infinito, la que, según el poeta, dota a los objetos de plasticidad y los convierte en realidades ficcionadas.
Las vanguardias se sostienen en su propia emancipación y en la idea de libertad. Las vanguardias estéticas, tanto europeas como americanas, se alimentan en su sentido personal de lo bello, de lo original, de la provocación universalista y unitaria que globaliza Occidente. Y tratan de influir y transformar los cánones no sólo artísticos, sino socio-políticos de su época.